LAS RESPONSABILIDADES ESPECIALES DE LOS HIJOS
HACIA SUS PADRES
Aunque los preceptos a los hijos no tienen tanta fuerza para ellos
cuando son de edad más madura, debido a su incapacidad natural, y sus pasiones
y placeres infantiles que adormecen su débil grado de razón; no obstante, algo
ha de decírseles, porque esa medida de razón que tienen ha de ejercitarse, y
por el ejercicio han de mejorar: y debido a que incluso aquellos de años más
maduros, aunque tengan padres, deben conocer y cumplir sus responsabilidades
para con ellos; y porque Dios acostumbra bendecir incluso a los niños mientras
realizan sus responsabilidades.
Directriz I. Asegúrate de que amas mucho a tus padres;
deléitate de estar en su compañía; no seas como esos hijos antinaturales, que
prefieren mejor la compañía de sus frívolos compañeros de juego que la de sus
padres, y estar dedicados a sus deportes en algún campo alejado de casa que a
la vista de sus padres. Recuerda que tienes tu ser desde y por ellos, y has
salido de sus lomos: recuerda cuánta pena les has costado, y cuanto cuidado
tienen por tu educación y provisión; y recuerda cuán tiernamente te han amado,
y cuanta pena sería para sus corazones si te descarrías, y cuánto tu felicidad
les hará a ellos estar contentos: recuerda cuánto amor les debes tanto por
naturaleza como por justicia, por todo su amor para ti, y por todo lo que han
hecho por ti: ellos toman tu felicidad o miseria como una de las partes más
grandes de la felicidad o miseria de sus propias vidas. No los prives entonces
de su felicidad, al privaros vosotros mismos de la vuestra; no hagas sus vidas
miserables, arruinándote a ti mismo. Aunque ellos te reprendan, y te
restrinjan, y te corrijan, no minimices, por lo tanto, tu amor por ellos. Pues
esta es su responsabilidad, la cual Dios requirió de ellos, y la hacen para
vuestro bien. Es señal de un niño malvado el que ama menos a sus padres debido
a que le corrigen, y no le dejan hacer su propia voluntad. Sí, aunque vuestros padres tienen ellos mismos muchas faltas, no obstante
debes amarles todavía como tus padres.
Directriz II. Honra a tus padres, tanto en tus pensamientos,
como en tu forma de hablar y conducta. No pienses de manera deshonrosa o
desdeñosa acerca de ellos en vuestros corazones. No hables deshonrosamente, o
de forma grosera, irreverente o descarada ya sea a ellos o acerca de ellos. No
os comportéis de forma grosera o irreverente ante ellos. Sí, aunque vuestros
padres nunca sean tan pobres en el mundo, o débiles de entendimiento, sí,
aunque sean impíos, debes honrarles a pesar de todo esto; pues aunque no puedas
honrarles como ricos, o sabios, o piadosos, debéis honrarles como vuestros
padres. Recordad que el quinto mandamiento tiene una promesa especial de
bendición temporal; “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se
alarguen en la tierra.” Y consecuentemente quienes deshonran a los padres
tienen una maldición especial aún en esta vida: y la justicia de Dios se ve
ordinariamente en la ejecución de ella; quienes
desprecian y deshonran a sus padres raras veces prosperan en el mundo.
Hay cinco clases de pecadores que Dios acostumbra tomar con venganza incluso en
esta vida y el quinto es.
Quienes abusan y deshonran a sus
padres.
Recordad la maldición de Cam, Gén. 9:22, 25. Es algo espantoso ver y escuchar
como algunos hijos malcriados hablan con desdén y con rudeza a sus padres, y
riñen y contienden con ellos, y les contradicen, y les hablan como si fueran
sus iguales: (y es bastante común que los padres mismos les hayan criado de
esta manera) y por último crecerán incluso hasta abusar de ellos y denigrarles.
Lee Prov. 30:17, “El ojo que escarnece a su padre y menosprecia la enseñanza de
la madre, los cuervos de la cañada lo saquen, y lo devoren los hijos del
águila.”
Directriz III. Obedeced a vuestros padres en todas las cosas
(las que Dios no prohíba). Recordad que como la naturaleza les ha hecho a
vosotros no aptos para gobernarse a vosotros mismos, así Dios, en lo natural,
ha provisto afortunadamente gobernadores para vosotros. Aquí primero os voy a
decir qué es la obediencia, y luego decirles porqué debéis ser obedientes.
Obedecer a vuestros padres es hacer lo que ellos os manden, y abstenerse
de aquello que ellos os prohíban, porque es la voluntad de ellos que vosotros
hagáis así. Debéis,Tened en vuestras mentes un deseo por complacerles, y estad
contentos cuando podáis complacerles, y sentid pena cuando les ofendieren; y
entonces,
No debéis colocar vuestro ingenio o vuestra voluntad en contra de la de
ellos, sino obedecer de buena gana sus mandamientos, no de mala gana,
murmurando o disputando: aunque penséis que vuestro propio camino es el mejor,
y que vuestros propios deseos son razonables, no obstante vuestro ingenio y
voluntad han de estar sujetos a los de ellos, o sino, ¿cómo les obedecéis?
Y para las razones de vuestra obediencia:
Considera que es la voluntad de Dios que esto deba ser así, y que Ėl les
ha hecho a ellos como sus oficiales para gobernaros; y al desobedecerles, le
desobedeces a Ėl. Lee Efesios 6:1-3, “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros
padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer
mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la
tierra.” Col. 3:20, “Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto
agrada al Señor.” Prov. 23:22, “Oye a tu padre, a aquel que te engendró; y
cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies.” Prov. 13:1, “El hijo sabio
recibe el consejo del padre; mas el burlador no escucha las reprensiones.”
Prov. 1:8, 9, “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la
dirección de tu madre; porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a
tu cuello.”
Considera también que el gobierno de tus padres es necesario para tu
propio bien; es un gobierno de amor: como vuestros cuerpos hubieran perecido,
si vuestros padres o algunos otros no os hubiesen cuidado, cuando no podíais
ayudaros a vosotros mismos; de la misma forma vuestras mentes permanecerían
ingenuas e ignorantes, incluso como los brutos, si no tuvieseis a otros para enseñaros
y gobernaros. La naturaleza enseña a los pollitos a seguir a la gallina, y a
todas las cosas cuando son jóvenes, a ser guiadas o dirigidas por sus madres; o
sino, ¿qué sería de ellos?
Considerad también que ellos deben rendir cuentas a Dios por vosotros; y
si ellos os dejan a vosotros mismos, puede ser su destrucción lo mismo que la
vuestra, como el triste ejemplo de Elí les recuerda. Por lo tanto, no os
rebeléis contra aquellos que Dios por naturaleza y por la Escritura ha
establecido sobre vosotros; aunque el quinto mandamiento requiere obediencia a
los príncipes, y a los maestros, a los pastores, y a otros superiores, no
obstante nombró solamente a vuestro padre y madre, porque ellos son los
primeros de todos vuestros gobernadores, a quienes por naturaleza estáis más
obligados.
Pero quizás digáis, que aunque los niños pequeños deben ser gobernados
por sus padres, no obstante vosotros ya estáis creciendo hacia una edad más
madura, y sois lo suficientemente sabios para gobernaros vosotros mismos. Respondo,
Dios no piensa así; de otra forma se hubiera desmandado al establecer
gobernadores sobre vosotros. ¿Y eres tan sabio como debieras? No son sino pocos
en el mundo quienes son lo suficientemente sabios como gobernarse a sí mismos;
de otra forma Dios no hubiese establecido príncipes, y magistrados, y pastores,
y maestros sobre ellos, como lo ha hecho. Los sirvientes de la familia son de
tanta edad como vosotros, y no obstante son incapaces de ser gobernantes de
ellos mismos. Dios les ha amado tanto como para no dejarles sin maestros,
sabiendo que la juventud es precipitada y sin experiencia.
Pregunta. Pero, ¿por cuánto tiempo han de estar los hijos bajo el
mandamiento y gobierno de sus padres?
Respuesta. Hay muchos actos y grados del gobierno de los padres, según
los varios fines y usos de él. Algunos actos de su gobierno no son sino para
enseñaros a ir y hablar, y algunos para enseñaros vuestro trabajo y llamado, y
algunos para enseñaros buenas maneras, y el temor del Señor, o el conocimiento
de las Escrituras, y algunos son para estabilizaros en un curso de vida tal, en
el que ya no necesitaréis su más cercana supervisión. Cuando cualquiera de
estos fines sea plenamente alcanzado, y tengáis todo aquello que el gobierno de
vuestros padres pueda ayudaros a tener, entonces has pasado esa parte de su
gobierno. Pero todavía les debéis, no solo amor, y honor y reverencia; sino
obediencia en todas las cosas en las que están todavía asignados para tu ayuda
y guía: incluso cuando ya estéis casados, aunque tengáis una propiedad en
vuestra propia hacienda, y ya no estén tan estrictamente a cargo tuyo como
antes; no obstante, si te ordenan hacia tus responsabilidades para con Dios o
ellos, todavía estáis obligados a obedecerles.
Directriz V. Humillaos a vosotros mismos y someteos a
cualquier trabajo que vuestros padres os asignen. Ten en cuenta, en tanto améis
vuestras almas, no vaya a ser que un corazón orgulloso os haga murmurar y
decir, este trabajo es demasiado bajo, infame y monótono para mí; o que no pase
que una mente y un cuerpo perezosos les hagan decir, este trabajo es demasiado
duro y fatigante para mi; o que una mente tonta y simple os haga cansarse de
vuestro libro y trabajo, de manera que preferiríais estar en vuestros deportes,
y decir, esto es demasiado tedioso para mi. Es poco o ningún daño el que
probablemente os ocurra por vuestro trabajo y diligencia; pero es una cosa
peligrosa el obtener un hábito o costumbre de holgazanería y voluptuosidad en
vuestra juventud.
Directriz VI. Estad dispuestos y agradecidos de ser instruidos
por vuestros padres, o por alguno de vuestros maestros, pero especialmente
acerca del temor de Dios, y los asuntos de vuestra salvación. Estos son los
asuntos para los cuales nacisteis y vivís; estas son las cosas que vuestros
padres tienen primero a cargo en enseñaros. Sin conocimiento y santidad todas
las riquezas y los honores del mundo no valen de nada; y todos vuestros
placeres no harán mas que destruiros.1 ¡Oh, qué alivio es para los padres
entendidos el ver a sus hijos dispuestos a aprender, y a amar la palabra de
Dios, y a guardarla en sus corazones, y hablar de ella, y obedecerla, y
prepararse temprano en la vida para la vida eterna! Si tales hijos mueren antes
que sus padres, cuán gozosamente pueden partir con ellos hacia los brazos de
Cristo, quien ha dicho, “De los tales es el reino de los cielos,” Mat. 19:14. Y
si los padres mueren primero, cuán gozosamente pueden dejar tras de ellos una
simiente santa, que servirá a Dios en su generación, y les seguirá al cielo, y
vivirá con ellos para siempre. Pero, sea que vivan o mueran, que angustiantes
para los padres son los hijos impíos, que no aman la palabra y el camino de
Dios, y no aman ser enseñados o restringidos de sus propios rumbos licenciosos.
Directriz VII. Someteos pacientemente a la corrección que
vuestros padres os apliquen. Tened en cuenta que Dios les ha mandado a hacer
esto, y a salvar vuestras almas del infierno; y que les odian si no les
corrigen cuando haya una causa; y que no deben pasar por alto la corrección por
causa de vuestro llanto, Prov. 13:24; 22:15; 29:15; 23:13, 14; 19:18. No es su
deleite, sino para vuestra propia necesidad. Evita la falta, y podrás escapar
de la corrección. ¡Cuánto mejor es que vuestros padres os vean obedientes, que
oírles llorar! No es el deseo de ellos, sino de vosotros mismos, el que seáis
corregidos. Enojaos con vosotros mismos, y no con ellos. Es un hijo malo, aquel
que en lugar de ser mejor por la corrección, odia a sus padres por ello, y se
hace peor. La corrección es un medio para el equipamiento de Dios; por lo
tanto, id a Dios sobre vuestras rodillas en oración, y suplicadle que os
bendiga y santifique, para que pueda la corrección haceros bien.
Directriz VIII. No escojáis vuestras propias compañías, sino usa
tales compañías como tus padres lo señalen. La mala compañía es la primera
ruina de un niño. Cuando por el amor al deporte escogéis tales compañeros de
juegos, que son holgazanes, y licenciosos, y desobedientes, y que os enseñarán
a maldecir, a decir palabrotas, a mentir, a hablar de manera obscena, y a
alejaros de tus libros y responsabilidades, esta es la carretera del diablo al
infierno. Vuestros padres son los más aptos para escoger vuestra compañía.
Directriz IX. No escojáis vuestro propio llamado u oficio en la
vida, sin la selección o consentimiento de vuestros padres. Podéis decirles
hacia qué estáis más inclinados, pero pertenece más a ellos que a tí el hacer
la escogencia; y es vuestra parte el traer vuestras voluntades a las de ellos.
A menos que vuestros padres escojan un llamado para vosotros que sea ilegal;
entonces podéis (con humilde sumisión) rehusarlo. Pero si fuese solamente
inconveniente, tenéis la libertad después de cambiarlo por uno mejor, si
podéis, cuando estéis bajo su disposición y gobierno.
Directriz X. No os caséis sin el consentimiento de vuestros
padres. Y, si se puede, deja que su elección determine primero a la persona, y
no por vosotros mismos: los jóvenes inexpertos escogen por el capricho y la pasión,
en tanto que vuestros experimentados padres seleccionan por el juicio. Pero si
ellos os forzaran a unirse a aquellos que son impíos, y gustan de hacer
vuestras vidas o pecaminosas o miserables, puedes humildemente rehusarles. Pero
debéis permanecer sin casaros, mientras por el uso de los medios correctos
podéis vivir en castidad, hasta que vuestros padres tengan un mejor espíritu.
Pero si en verdad tenéis una necesidad llana de casaros, y vuestros padres no
consentirán a nadie excepto alguno de una religión falsa, o alguien que es
totalmente no idóneo para ti, en tal caso pierden su autoridad en ese punto,
que les es dada para su edificación, y no para vuestra destrucción; entonces
debieseis tomar consejo con otros amigos que sean más sabios y fieles: pero si
experimentáis un gran sufrimiento en vuestros afectos por contradecir la
voluntad de vuestros padres, y fingís una necesidad, (que no podéis cambiar
vuestros afectos), como si vuestra locura fuera incurable; esto no es sino
entrar pecaminosamente en aquel estado de vida, que debiese haber sido
santificado para Dios, para que Él la haya bendecido para ti.
Directriz XI. Si vuestros padres estuviesen en necesidad, es
vuestra responsabilidad proveerles alivio según sea vuestra habilidad; sí, y
hasta mantenerles totalmente, si hubiese necesidad. Pues no es posible que por
medio de todo lo que podéis hacer, que incluso les pongáis estipulaciones, o
condiciones con respecto a pagos; o que alguna vez les pidáis devolución por lo
que habéis recibido de ellos. Es inhumanidad infame, cuando los padres se
hunden en la pobreza, el que los hijos les hagan a un lado con alguna subvención
escasa, o que les hagan vivir casi como sus sirvientes, cuando tenéis riquezas
y abundancia para vosotros mismos. Vuestros padres debiesen todavía ser
considerados por vosotros como vuestros superiores, y no como inferiores.
Aseguraos de que se alimenten bien; sí, aunque no obtengáis vuestras riquezas
por sus medios, pues incluso para vuestro ser vosotros sois sus deudores por
más que eso.
Directriz XII. Imitad a vuestros padres en todo lo que es bueno, tanto
cuando están vivos o cuando estén muertos. Si fueron amantes del Señor, y de su
palabra y su servicio, y de aquellos que le temen, que su ejemplo os incite, y
que el amor que les tenéis, os estimule a ocuparos en esta imitación. Un hijo
malvado de padres piadosos es una de las miserias más deplorables en el mundo.
¡Con qué horror miro a tal persona! ¡Cuán cerca del infierno está ese
miserable! Cuando el padre o la madre fueron eminentes por la piedad, y
diariamente le instruían en los asuntos de su salvación, y oraban con ellos, y
les amonestaban, y oraban por ellos, y después de todo esto los hijos prueban
ser codiciosos o borrachos, o lascivos, o profanos, y enemigos de los siervos
de Dios, y se mofan o desatienden el camino de sus religiosos padres, le debe
poner a temblar a uno el ver a tales miserables a la cara. Pues aunque hay
alguna esperanza para ellos, ¡ay!, es tan poca, que están próximos a la
desesperación; cuando son como una mecha endurecida a los
medios más excelentes, y la luz les ha cegado, y su conocimiento de los caminos
del Señor no ha sido vuelto sus corazones en Su contra, ¿qué medios quedan para
hacer el bien a tales resistidores de la gracia de Dios como estos? Lo más
probable es algún juicio pesado y espantoso. ¡Oh, qué día más lamentable será
para ellos, cuando todas las oraciones, y lágrimas, y enseñanzas, y buen
ejemplo de sus religiosos padres testifiquen en su contra! ¡Cómo serán
confundidos delante del Señor! ¡Y cuán triste – pensamos que es para el corazón
de los padres santos y diligentes, pensar que todas sus oraciones y dolores
deban testificar en contra de sus hijos carentes de gracia, y hundirles más
profundo en el infierno! Y no obstante, ¡cuántos son ya un lamentable
espectáculo ante nuestros ojos! ¡Y cuán profundamente sufre la iglesia de Dios
por la malicia y maldad de los hijos cuyos padres les enseñaron bien, y
caminaron delante de ellos con una vida santa y ejemplar! Pero si los padres
fuesen ignorantes, supersticiosos, idólatras, papistas, o profanos, los hijos
están lo suficientemente dispuestos a imitarlos. Entonces pueden decir,
‘nuestros antepasados fueron de este parecer, y esperamos que sean salvos’; más
bien les imitaremos, antes que a innovadores reformadores como vosotros. Como
le dijeron a Jeremías, Cap. 44:16-18, “La palabra que nos has hablado en nombre
de Jehová, no la oiremos de ti; sino que ciertamente pondremos por obra toda
palabra que ha salido de nuestra boca, para ofrecer incienso a la reina del
cielo, derramándole libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres,
nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las plazas de
Jerusalén, y tuvimos abundancia de pan, y estuvimos alegres, y no vimos mal
alguno. Mas desde que dejamos de ofrecer incienso a la reina del cielo y de
derramarle libaciones, nos falta todo, y a espada y de hambre somos
consumidos.” De esta forma caminaron “tras la imaginación de su corazón, y en
pos de los Baales (la falsa adoración), según les enseñaron sus padres.” Jer.
9:14. “¿No piensan cómo hacen que mi pueblo se olvide de mi nombre con sus sueños
que cada uno cuenta a su compañero, al modo que sus padres se olvidaron de mi
nombre por Baal?” Jer. 23:27. “ellos y sus padres se han rebelado contra mí
hasta este mismo día.” Eze. 2. “pero no me oyeron ni inclinaron su oído, sino
que endurecieron su cerviz, e hicieron peor que sus padres.” Jer. 7:26. De esta
manera pueden imitar a sus antepasados en el error y el pecado, cuando debiesen
más bien recordar, I Ped. 1:18, 19, que le costó a Cristo su sangre “sabiendo
que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de
vuestros padres.” Y debiesen confesar de manera penitente, como Dan. 9:8, “Oh
Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros
príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos,” ver. 16. Y como el
Salmo 106:6, “Pecamos nosotros, como nuestros padres,” Dijo el Señor, Jer.
16:11-13, “Porque vuestros padres me dejaron, dice Jehová, y anduvieron en pos
de dioses ajenos, y los sirvieron, y ante ellos se postraron, y me dejaron a mí
y no guardaron mi ley; y vosotros habéis hecho peor que vuestros padres; porque
he aquí que vosotros camináis cada uno tras la imaginación de su malvado
corazón, no oyéndome a mí. Por tanto, yo os arrojaré de esta tierra.” Jer.
44:9, 10, “¿Os habéis olvidado de las maldades de vuestros padres, de las
maldades de los reyes de Judá, de las maldades de sus mujeres, de vuestras
maldades y de las maldades de vuestras mujeres, que hicieron en la tierra de
Judá y en las calles de Jerusalén? No se han humillado hasta el día de hoy.”
Véase el ver. 21, y Zac. 1:4, “No seáis como vuestros padres, a los cuales
clamaron los primeros profetas, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Volveos ahora de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras; y no
atendieron, ni me escucharon, dice Jehová.” Mal. 3:7, “Desde los días de
vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos
a mí, y yo me volveré a vosotros.” Eze. 20:18, “No andéis en los estatutos de
vuestros padres.” Así también los ver. 27, 30, 36. No sigáis a vuestros padres
en su pecado y error, sino seguidles donde ellos sigan a Cristo, I Cor. 11:1.